jueves, octubre 09, 2003

Hoy hablaba con Iliana de la irónica relación entre ideología y conocimiento. Si el conocimiento resulta ser parcialmente acumulativo (hay épocas en que en ciertos sentidos regresamos tres pasos mientras que en otros avanzamos también tres), se debe en gran medida a que la ideología imperante en cada época se encarga de dictar el norte de los esfuerzos que se dirigen a la supuesta adquisición del conocimiento. Esto es tanto como decir que generalmente debemos a las "modas ideológicas" lo que se estudia y lo que no, más que a la inercia que, aparentemente, le es propia al conocimiento. El conocimiento, en la más simple de sus acepciones, la que demuestra la naturaleza, es decir, la de prueba y error, sí suele guiarse por una especie de inercia de este tipo, le llamamos evolución. Pero hay que tener presente que en la naturaleza no existe nadie como nosotros (o por lo menos no se ha comprobado que otros seres vivos tengan el grado de conciencia que tenemos), por lo que somos los únicos que podemos aplazar el recorrido que la inercia natural del conocimiento nos exige, en favor de aquel que la ideología nos dicta. He aquí la relación irónica entre conocimiento e ideología. El primero nos permite generar el segundo, que a su vez nos estorba y nos oculta al primero, parcialmente. Entonces es inevitable pensar en lo que ya dijo Carl Sagan, ¿no seremos un accidente de la naturaleza? y yo digo, ¿no seremos el cáncer de la naturaleza, una especie de intrusión insólita de la conciencia que todo lo estorba, lo lleva al barroco, lo deja incompleto?

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